miércoles, 5 de agosto de 2009

Vianco y la justa valorización del Otro*


Un significante que en el accionar diario se aleja de sus viejos significados


Por Daisy Piña**


En este mundo de confesos cristianos, he conocido a pocos que verdaderamente entiendan –en términos pragmáticos, no teóricos- la justa valorización del Otro. Vianco Martínez es uno de esos pocos. Por supuesto, que no me refiero al otro único, individual, exclusivo, próximo (familiares, amigos íntimos, esposa/o, hijos, amantes), con quien se establece cierta obligatoriedad sanguínea o una suerte de deseos transmutados. Hablo, obviando conscientemente el sentido literal del significante, del Otro distante, solitario, necesitado, hambriento, sediento, encarcelado, vejado y golpeado por los devaneos de la sociedad.


Hablo del Otro colectivizado y “colectivizante”, que se traduce en hermano desconocido y que sintiendo los sincopados del corazón pone de manifiesto los comandos y mandatos de un Cristo crucificado, vivo y vuelto a crucificar: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Hablo del Otro disperso, desparramado por los bordes de espacios y tiempos, que va golpeando palmo a palmo los pedazos de fronteras, las rendijas de montañas, los torrentes de ríos y arroyos, los resquicios de miserias, hasta encontrar el individuo de piel olvidada, de carne lacerada.


Hablo del Otro sin modulaciones de márgenes, sin cobijas de límites, que sueña con la metáfora espacial e imaginaria de los mitos y las utopías. Hablo del Otro abarcador como la libertad, que colapsado ante la falta de normas, leyes y valores llora, se seca las lágrimas y se entrega nuevamente y sin reservas a la “jungla de la cotidianidad”. Hablo del Otro que cree, con firmeza y convicción, en el hacedor de ideas, en el hombre creativo y constructor, ya que para él, el mundo es una inducción del quehacer humano.


Hacer y deshacer cosas para hilvanar la solidaridad, para alcanzar una mejor sociedad, puesto que como rezan algunos de los aparcamientos de la filosofía postmoderna: “La sociedad es la obra de un mundo humano, nada contemplativo, donde las acciones de los individuos incorporan a la sociedad y la sociedad intuye e instituye lo accionado”.


Es la mediación propia de la existencia humana, que puede tener apoyo en lo que queremos ser por encima de un oficio específico (en este caso el periodismo), que ataviado de sus efímeros fines y de resultados reales, va más allá de un manojo de capitulaciones, códigos, técnicas y compromisos laborales, para modificar, en proporción y relación variables, la simbología singular de vivir, amar y servir. Ese es el Otro que conoce Vianco. Ese es el Vianco que conocemos todos.



*El artículo "Vianco y la justa valorización del Otro" es el sexto de una serie que haremos en este blog, a manera de conteo regresivo hasta el 23 de agosto cuando se cumple un año del atropello contra Vianco Martínez. El primero de estos textos lo hizo Edwin Ruiz y está aquí con el título Los hilos del poder y la agresión contra Vianco Martínez.


**Daisy Piña es periodista y filósofa

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